LA CUALIDAD HUMANA PROFUNDA

Jaume Patuel

    Hace unos días recibí esta propaganda de una agencia de viajes, prestigiosa: “La Semana Santa son días sagrados. Los días sagrados son para dedicarlos a uno mismo. Por eso son sagrados. Así pues, le ofrecemos estos viajes…”. Acierta al decir que son días “sagrados” y para “viajar” hacia la interioridad. Es un viaje actual y buscado por muchas personas y grupos de indagación interior, de paz. No en vano, un librero de Santiago de Compostela me dijo que había preparado una estampa para los peregrinos que ansiosos le preguntaban: “¿Cuándo falta por llegar?”. Como respuesta les daba la estampita que lleva este pensamiento: “No corras que dónde debes llegar es a ti mismo”. Paradoja de los eslóganes: hacia fuera, lejos; o hacia adentro, cerca. U oxímoron, que es conjugar los dos.

      Y la psicología profunda nos lleva a una comprensión de las estructuras psíquicas que permite contemplar nuestra evolución y dar pie a saber auscultar ese mundo escondido que nos lleva a veces arrastrarnos contra el pensar del ego.

    Por eso, necesitamos dedicar un tiempo al silencio exterior e interior. El ruido, las prisas, las inquietudes, el ahogamiento de las ansiedades, los momentos de desánimos o depresivos, el sufrimiento humano que se expresa en los pasos de la semana santa con un cariz sádico y masoquista e incluso perfilando una cierta patología como si la vida se redujera a dolor y sufrimiento sin ver ninguna salida o la incertidumbre del futuro o el gran miedo o tabú a la muerte. Necesitamos otro relato de la vida. La vida también es otra cosa: creación, alegría, gozo junto a las dificultades. Sí, semana santa de dolor, pero no sadomasoquista, y con un final de transformación, cambio interior, mirada nueva: nueva creación o nueva luz. Freud como Jung como Lacan como Grof en tanto que faros arquetípicos de exploradores de la interioridad, seguidos por sus respectivas escuelas junto  con los disidentes, que crean y avanzamos para poder dar otras lecturas al dolor y sufrimiento como a la alegría de vivir.

   La vida es un gran valor si se tiene en cuenta la «cualidad humana profunda». No una creencia o credulidad, sino una vivencia, sentida desde la sensitividad junto con la mente: Somos una Realidad que engloba, acocha nuestra corporeidad. Es cierto que actualmente existe una desaparición de las religiones en tanto que doctrina, creencias, rituales, pero al mismo tiempo todo un resurgimiento de religiosidad o espiritualidad o interioridad o madurez integral o ser conscientes de esa cualidad humana profunda, de la que no podemos ser ignorantes.

    Nos ayuda a comprenderlo, no a resolverlo, la nueva física cuántica en tanto que somos energía antes de nacer y después de morir: Morir y nacer son momentos biológicos, no de esencia. Es toda una mirada nueva que nos lleva a comprender de forma diferente a esta sociedad de conocimientos, cambios continuos, creación por la tecnociencia y otros factores. Una mirada que contempla ese fondo o profundidad de todo ser humano.

    Esta mirada queda oscurecida por ciertos poderes que bloquean la mente, los sentidos. Incluso desde nuestro interior. La encrucijada actual en un mundo en plena transformación, del que no podemos escabullirnos porque lo necesitamos para vivir o sobrevivir, puede ahogar la mirada interior y no ver qué es todo ser humano: Un momento de este misterio de los mundos encajado en la corporeidad. Un Fondo o dimensión absoluta con una forma o dimensión relativa. Todo un proceso de maduración integral que es consciente de esa cualidad humana profunda que el ego le toca ir viviendo diferentes niveles de conciencia y aprender la  “sabiduría”.

    Es cierto que el ser humano es un lugar sagrado que requiere un tiempo sagrado y es necesario buscar días sagrados. Todo tiempo es sagrado. Es necesario consagrar o dedicarle unos momentos, largos o cortos, para adentrarnos en nuestro interior y contemplar vitalmente la calidad de esta cualidad humana profunda que nos hace más que humanos a través de toda una simbología que indica un Horizonte.

        Si nuestra Sociedad actual de conocimientos, cambios y creatividad, no considera esta dimensión nos encontraremos no en una transformación o metánoia de alegría, paz, serenidad, alegría y amor, sino en un cierre o paranoia de ahogamiento, ensuciados por nuestro cierre egoísta. No en vano y afortunadamente, hay bastantes corrientes de esta búsqueda de la cualidad humana profunda, que tiene también otros nombres, que se perciben en todas partes. Y esa corriente que siempre ha existido, existe y existirá por seres humanos que han sido y son luz de esa gran Luz.

   En todas las religiones han surgido y surgen seres humanos, como  surgen también ahora fuera de las religiones, porque esta profundidad o cualidad humana profunda no es patrimonio de las doctrinas religiosas, sino patrimonio de toda la Humanidad. Y toda la Psicología, en mayúscula, puede ayudar a comprender esta realidad desde la dinámica emocional y más que la consciente y pre.subconsciente, la inconsciente, individual-tribal-colectiva,  que empuja al ser humano a humanizarse.

     Habría que citar ahora estas luces, pero no es necesario porque se conocen. Pero sí un pensamiento, que se encuentra en todo maestro/a: La verdad nos haré libres. Pero no una verdad cognitiva o formulada, sino «la verdad de nuestro interior» que sólo con el silencio sincero y profundo podemos contemplar que nos es dada, gratuita. Disfrutarla contemplándola.

Una metáfora nos puede ayudar. Todo ser humano es como una bombilla que da luz, no la genera, la transmite. Por tanto, si la bombilla cree que genera la luz, habrá destrucción. Sin embargo, si la bombilla es consciente de que transmite la luz, habrá construcción. Entonces la bombilla es consciente de que esta calidad de la cualidad humana profunda le es dada y como luz tendrá una nueva mirada del ser humano, de la vida, de la tierra y del cosmos.

  El viaje de estos días sagrados puede favorecer la entrada en el interior de cada uno de nosotros. Nos encontramos en un mundo secularizado, transformación del mundo de las religiones, que también tiene su «ALIENTO” y que hay que darle una explicación desde la profundidad del ego en su totalidad.

 

Jaume PATUEL PUIG (1935)

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