El caso de la manada, en la justicia ciega
Es curioso que en nuestra cultura sigamos representando a la justicia, como una mujer con los ojos vendados, que en sus manos sostiene una balanza y una espada. Al margen de las muchas interpretaciones que podríamos hacer de esta representación a la luz de la sociedad actual, lo que yo verdaderamente me pregunto es:
¿Qué hay en las mentes de sus señorías, donde ven “jolgorio y regocijo”, mientras el resto vemos horrorizad@s a una mujer siendo violada por 5 energúmenos?
Como psicoterapeuta sé muy bien que los seres humanos vemos lo que tenemos en la mente, es decir, tod@s interpretamos la realidad que nos envuelve desde nuestros filtros mentales y emocionales y estos filtros, se configuran en relación con nuestra cultura, los vínculos con las personas significativas para nosotr@s y nuestras experiencias vitales.
Esto nos deja un escenario donde todo se hace interpretable, incluyendo las leyes que rigen nuestra justicia y en ese punto, estamos a expensas de la interpretación de un@s profesionales que ocupan lugares de poder y responsabilidad en los diferentes organismos que regulan la sociedad.
Dich@s profesionales junto al resto de las personas, han ido configurando su mente y se han educado en una sociedad misógina donde, la cosificación de la mujer en general y de su cuerpo en particular, ha colocado a la mujer en el imaginario colectivo en la categoría de objeto. Un objeto, que como tal se puede utilizar, pues no siente ni padece y por consiguiente no es vulnerable al sufrimiento.
Desde esta realidad se hace imprescindible que dichos profesionales tengan un espacio para poder pensar lo que piensan. Es decir, un espacio formativo y psicoterapéutico donde poder cuestionar, los filtros mentales y emocionales que configuran la forma en la que interpretan la realidad que les envuelve. Puesto que tod@s nos hemos educado en una sociedad machista que ha performado nuestra forma de concebir a “la mujer”.
Como sociedad hemos de exigir formación obligatoria en perspectiva de géneros en todos los organismos oficiales y ámbitos profesionales, juntamente con la educación emocional, imprescindible para colocar a las mujeres en el imaginario colectivo, en el lugar de sujeto y no de objeto.
Seguir poniendo el acento a la hora de dictar sentencia en la actitud de la persona que está siendo agredida es culpabilizarla, implícitamente es seguir culpabilizando a las mujeres por “lo que les pasa”, incluyendo las violaciones.
En el imaginario colectivo misógino tenemos muy instaurado que a las mujeres les gusta que las violen, así pues, aunque al “principio no quieran” no importa cuando sean penetradas disfrutarán tanto que cuanto más violento y agresivo seas más le gustará.
Esta fantasía muy arraigada en nuestra cultura motiva gran parte de las preguntas de l@s jueces y juezas que cuestionan constantemente las reacciones de la víctima, es decir, las mujeres han de demostrar que no lo desean, resistiéndose explícitamente, con movimiento, pues la paralización y el bloqueo que son reacciones propias ante el pánico, reacciones muy estudiadas en el ámbito de la psicología del trauma, no son válidas, pues según esta fantasía deja lugar a dudas sobre si “la víctima pudiera disfrutar”. Además, hay que clarificar que cada persona reacciona de forma única ante una agresión.
Por todo ello much@s profesionales de la psicología exigimos que excluyan la reacción de la víctima como factor a tener en cuenta para condenar la agresión, puesto que no exculpa el delito y sólo se consigue culpabilizar a la persona agredida, retraumatizarla y revictimizarla.
Deseo profundamente que como sociedad seamos capaces de canalizar todo el dolor y la indignación que ha despertado el caso de la manada, para exigir medidas efectivas que prevengan la violencia psicológica, física, sexual, social y económica que sufren muchísimas mujeres en nuestra sociedad, en mi opinión una medida principal debería ser incluir de forma estructural en todos los ámbitos educativos y sociales:
La educación emocional y la perspectiva de género conjuntamente, de forma transversal des de la infancia, en los entornos principales del niñ@: escuela, familia, espacios de ocio etc.
Fomentar una formación psicológica actualizada en cuestiones de géneros, comprendiendo el género como un amplio espectro, que abarca identidades, roles y expresiones muy diversas, que no podemos encorsetar en dos categorías, estereotipadas, opuestas y excluyentes que limita el desarrollo de los seres humanos.
Y finalmente decir que, para prevenir seguir creando sujetos, como los integrantes de la manada, donde violar en grupo es sólo un divertimento, es urgente ofrecer espacios educativos y psicoterapeúticos donde los hombres y la sociedad en general puedan repensar sus masculinidades, donde la mujer no sea concebida como un objeto a utilizar, sino como una persona con sus derechos y sus libertades, donde el espacio sexual sea un reflejo de ello.
Araceli Baillo Mompeán
Psicóloga y Psicoterapeuta
Directora del centro Psicológico R-Inicia
www.rinicia.com