Sobre la verdad y la creación de mentiras

 

mentira

 

Vivimos momentos convulsos a nivel sociopolítico, esto no es una novedad desgraciadamente, no se trata tanto de un momento puntual, sino de un proceso que se va intensificando y que también nos va enfermando con el paso del tiempo. No es pues raro que tomen protagonismo en las tertulias de todo tipo y condición, neologismos como “posverdad o conceptos tales como “creación de estados de opinión” o su equivalente “construcción de relatos propios”, que se pueden confrontar fácilmente con otros “relatos propios” aparentemente contrarios, pero a su vez complementarios, dado que unos suelen ser reflejo de los otros. Son formas todas ellas capciosas de influir en el otro, a menudo mediante la falsedad, haciendo creer como ciertas consideraciones que no lo son del todo, o que son tendenciosas.

Meltzer y M. Harris (1989) en su libro: «El papel educativo de la familia», hablan de ocho funciones básicas que tendrían lugar en la vida familiar, siendo cada una de ellas característica de un tipo determinado de funcionamiento. Podríamos extrapolar este modelo a un grupo más grande, incluso a nivel social y hablar de que hay varios modos de funcionamiento que pueden caracterizar en un momento dado el comportamiento de una sociedad, o su dinámica prevalente. Cabe decir que estos modos no son fijos, y cada familia puede ir variando el suyo, así como las instituciones, organizaciones y las sociedades, también pueden transformar sus dinámicas de funcionamiento. Claro que para ello sus miembros deben ser bien conscientes. Es necesario por tanto, hacer un cierto trabajo crítico y de profundización sobre lo que nos está sucediendo.

Este artículo versa sobre uno de estos ocho modos de funcionamiento que D. Meltzer y M. Harris llamaron: creación de mentiras y de confusión, y que describían como la capacidad para crear mentiras, habilidad ésta que fácilmente se puede desarrollar en los niños, pero que en manos del adulto es aún más peligrosa. La presencia de un mentiroso provoca que con frecuencia el ambiente familiar se vea amenazado por confabulaciones que lo enturbian, y hacen que se torne confuso e incierto. A la vez, la confabulación o la mentira tienen una influencia destructiva sobre el impulso de aprender, corrompen el valor de la verdad en la vida familiar, y llevan incluso a olvidar aquello que ya se había aprendido, promoviendo tendencias esencialmente psicopáticas entre los miembros del grupo.

Encontramos muestras de este funcionamiento en sociedades contemporáneas, no sólo en la nuestra, sino también en otras tanto del mundo occidental, las llamadas sociedades avanzadas, como en otras con menos recursos. ¿Pero qué pasa cuando este funcionamiento es propio de los progenitores, de los adultos, de aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir las instituciones, responsabilidades de gobierno sobre el resto? Pues que en lugar de promover actitudes de cooperación, de diálogo, de aproximación, se generan reacciones defensivas, de protección y aislamiento que llevan al empobrecimiento y a la patología.

El grupo ya no rige porque con las mentiras y la confusión, no es posible trabajar, y desde la angustia y la persecución que este clima genera, la creatividad no puede fluir. El crecimiento se detiene y los recursos se marchitan por no poder utilizarlos adecuadamente.

Llegados a este punto recuerdo un artículo que hace tiempo leí y que hablaba de la figura del dolo y del significado de la palabra verdad. El artículo se titulaba: “Dos imágenes de la verdad” de Gregorio Luri, i lo podéis encontrar todavía publicado en el Blog de Cristianisme i Justícia. La primera imagen que describía es la que llevaba a nuestra imaginación un escritor de la antigüedad llamado Fedro (15 aC – 50 dC), el cual escribió una fábula sobre la verdad titulada Prometeo y Dolo. La fábula trata de Prometeo, un titán que robó el fuego del cielo y se lo entregó a los hombres. El titán estaba tan sorprendido de las mentiras que los hombres podían llegar a contarse entre sí, que decidió modelar una figura de la verdad en arcilla para que los hombres pudiesen verla cara a cara.

Tal vez podáis reconocer dentro de vosotros el esfuerzo que a veces nos lleva mirar la verdad a la cara, ser sinceros con nosotros mismos. No es una tarea fácil y conlleva en ocasiones cierto sufrimiento, pero es esta clase de sufrimiento la que nos lleva a superarnos, a aceptar las cosas tal como son y a tratar de avanzar con ello, con ese conocimiento que hemos logrado de nosotros mismos, afrontando nuestra propia realidad. Me viene a la memoria el significado profundo de la célebre frase que Jesús legó a los hombres: “la verdad os hará libres”.

Pues bien, la fábula cuenta que modelar la figura de la verdad requería la dedicación de un artesano, y ello le llevó a Prometeo cierto tiempo. Por cuestiones que no vienen ahora al caso, lo cierto es que al terminarla, éste se vio obligado a dejarla en manos de Dolo (del lat. Dolus que significa engaño, fraude, simulación), su aprendiz, para que la horneara. Éste en el anonimato del taller, decidió modelar una nueva figura a imagen y semejanza de la verdad, pero no calculó bien y no tuvo suficiente barro para terminarla. Al final, a la réplica de la verdad de Dolo le faltaron los pies. Igualmente decidió no explicarle nada a Prometeo cuando volvió al taller, y puso ambas figuras a hornear. Una vez cocidas Prometeo les dio vida con la llama del fuego que había robado del cielo.

El artículo acababa esta imagen explicando que “con el primer aliento, la Verdad de Prometeo se puso a andar elegantemente, mientras que la réplica mutilada de Dolo, se quedó inmóvil”. Para su autor la moraleja que se desprende de la fábula es la siguiente: “La verdad se abre paso entre los hombres, mientras que la mentira es coja.

Es una moraleja que da para pensar, pues en su significado profundo la Verdad en mayúsculas necesita de un buen apoyo para aguantarse. No es un concepto absoluto ni único, necesita de dos piernas para andar y por ello, tampoco estamos hablando de un concepto inamovible. Es un constructo que se modela a partir de la gratitud y la sinceridad de cada uno, y para que sea cierta debe ser confirmada por quienes la comparten, pues de otro modo no podría abrirse paso entre los hombres.

Todo esto me lleva a preguntarme entonces si en el fondo lo que ocurre es que formamos parte de un mundo que camina cojo, dentro de la oscuridad que surge de la mentira, la superficialidad, la influencia tendenciosa de los mass media y el papel poco edificante de las redes sociales, promotoras de la cultura del ego, donde parece que no hay tiempo para la reflexión y el silencio, y aún menos para el cultivo de relaciones humanas profundas y por el contrario, nos vemos avocados a consumir y actuar sin parar para llenar el vacío que todo ello nos provoca. Sin mencionar la traición de la confianza a través de la corrupción de los órganos de gobierno y la perversión de la política, al servicio de unas minorías aferradas al poder.

Como sociedad hemos dejado quizás el taller, es decir nuestras instituciones, y también nuestra capacidad crítica, en manos de aprendices que, como Dolo, hornean figuras insustanciales e inacabadas, que hacen y deshacen a su arbitrio y para su propio interés, generando una confusión que nos lleva a caminar mal y lo que es peor, a hacernos daño entre nosotros.

Parece que nadie trabaje para la conciliación, para generar amor y promover la esperanza, que son otras funciones descritas por Meltzer y Harris (1989) en su libro. Funciones que también se pueden ejercer en el seno de la familia y de las instituciones, y que promueven el crecimiento al generar un clima donde sí se puede realmente confiar, y es que sólo desde nuestra honradez y generosidad, se construyen vínculos de confianza capaces de aguantar el peso de la verdad, aunque ésta sea a veces difícil de aceptar.

Por último, añadir que podríamos concebir esta función de descubrimiento y construcción conjunta de una verdad que es sostenida, como un fenómeno que también ocurre en el vínculo psicoterapéutico entre el paciente y el terapeuta. De esta forma, a partir del trabajo cooperativo, honesto y sincero entre ambas partes, fructifica una suerte de verdad compartida: un entendimiento sobre el funcionamiento mental del paciente, sobre el cual es posible ir trabajando, profundizando y modelando progresivamente, dado que su aceptación se sustenta por ambas partes a lo largo de todo el proceso terapéutico.

 

Xavier Pérez Pérez

Psicólogo Sanitario col. 10826

Psicoterapeuta (FEAP-ACPP)

xaviper@copc.cat