Románticismo y psicoanálisis

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En su charla Joan Coderch comenzó explicando que para él, progresivamente a mediada que ha ido envejeciendo, el día del libro se le ha ido convirtiendo en el día de la rosa. Le encanta, como dijo, el efluvio romántico que inspira este día en el que los hombres ofrecen una rosa a sus novias, esposas, madres, u otras mujeres a las que están agradecidos por algún motivo, como puso en su caso la señora que ayuda en las tareas domésticas a su esposa, la panadera, la portera. Manifestó que dado este matiz romántico que tiene para él, el día de la rosa, que con algún retraso estábamos celebrando en el ACPP, ha creído oportuno señalar algo que generalmente pasa inadvertido. Y este “algo”, continuó, es el hecho de que el psicoanálisis formó parte de lo que se conoce en Europa como el Movimiento Romántico que tuvo su auge desde principios del siglo XVIII hasta mediados XIX, y que marcó para siempre toda la cultura de la llamada civilización Occidental.

El Movimiento Romántico, explicó, surgió como reacción al duro racionalismo, una verdadera tiranía de la razón que reinaba en Europa a partir de la ilustración, surgida en Francia a través de los enciclopedistas franceses del Enligtenment inglés y la severa admonición de Kant Sapere audio (Atrévete a pensar), con rechazo de las emociones, de la espontaneidad y de la libre expresión. Frente a esta situación surgió en Alemania, encabezado especialmente por Herder y seguido por autores Goether, Novalis, Schiller, Rousseau en Francia, y el mismo Hegel en el campo de la filosofía. El Movimiento Romántico formaba parte, podemos decir, que era la extrema izquierda de lo que el filosofo Charlie Taylor ha llamado el Giro Expresivista. Por lo que clamaba el movimiento Romántico era, pues, por la libertad de expresión, la voz interior, la espontaneidad, la imaginación, la creatividad, la manifestación sin límites de las emociones, la aceptación de la sexualidad, el erotismo y el enamoramiento en el arte y en la vida cotidiana, frente a la tiranía de la razón, las normas convencionales, la asfixia de la expresividad, los límites puestos al arte impuesto al arte Neoclasicismo, tan pudoroso, tan continente, tan reservado, y tan ajeno a cualquier manifestación de erotismo y de sexualidad humana.

El psicoanálisis de Freud surgió también, aunque con algún retraso, formando parte de la protesta contra la hipocresía, las convicciones burguesas, y el rechazo de las emociones y de cualquier expresión sexual que imperaban en la Viena de su época, regida por un emperador anciano y unos ministros tan ancianos y vetustos como él. Este estallido del movimiento Romántico en el que se atiende a las emociones por encima de la razón se manifestó con la publicación de Estudio sobre la Histeria y la publicación de los casos clínico.

Desafortunadamente al igual que la pasión del Movimiento Romántico fue asfixiada por la aparición de la moral Victoriana surgida en Inglaterra y que se extendió por toda Europa, la expresión de Lo Romántico en el psicoanálisis tropezó con la pretensión de Freud de transformar el psicoanálisis en un respetable ciencia convencional que fuera admitida por la Comunidad Científica, empeño por cierto, siempre fracasado. Con ello, se impuso dijo Joan, el modelo patriarcal centrado en las pulsiones como pura expresión biológica en el que prácticamente todos los psicoanalistas actuales, hemos sido formados.

Pero algo había quedado de este interés por las emociones, la libertad de expresión, y las pasiones a través del legado de Ferenczi, y continuado con denodado esfuerzo por Balint, Fairbairn, Winnicott, Kohut. A la última década del siglo pasado las aportaciones de la neurofisiología, de la biología, de la antropología y de la filosofía del lenguaje avalaron el pensamiento de los autores que se acaban de citar, y de la mano de Stephen Michell surgió lo que ahora llamamos el psicoanálisis relacional, en el que hemos pasado del interés centrado en las pulsiones biológicamente condicionadas a los afectos, de la fría racionalidad a las pasiones.

 

Angeles Codosero Medrano

Psicologa Clínica y psicoterapeuta psicoanalítica

https://www.centrediagonal.com

 

1 Comment

  1. Elizabeth LLorca · 11 septiembre, 2015 Reply

    Gracias Angels por hacernos llegar estas ideas de Joan Coderch. Creo que esta presión de Freud por ser aceptado por la comunidad científica tenia su origen en el hecho de ser judío. Parece ser que su interés en Jung venia influido también en que su procedencia no era judía. Le preocupaba que el Psicoanálisis se viera como una ciencia creada por judíos.
    También creo que esta presión por ser aceptado por la comunidad científica y social de la época fue la que hizo que cambiara su teoría del trauma por la teoría de la fantasía de seducción. Después de todo «somos humanos».

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